jueves, 10 de marzo de 2016

Te invito a una coca-cola

Le pregunté qué hacía en ese lugar. Tras charlar un rato le invité a una bebida y la aceptó. Estuvimos hablando durante horas que parecieron segundos hasta que se hicieron las 9 de la noche y se tuvo que marchar a casa.

A la mañana siguiente me había escrito un mensaje en el que me decía que le había encantado haber pasado ese tiempo hablando conmigo, que si quería volver a quedar para ir a la playa.

Sentí una ilusión dentro de mi... cada vez que estábamos juntos me sentía más fuerte y más feliz, capaz de realizar cualquier cosa.

En un suspiro, pasaron dos años y me dijo que quería que conociera a su familia. Yo accedí con placer.

Al cabo de una semana la intranquilidad se abrió paso en mí, no me dirigía la palabra. Cuando por un segundo conseguí quitármelo de la cabeza, tocaron a la puerta.

La abrí con emoción, con la esperanza de que vería por fin su cara. En lugar de ver su rostro, era un hombre mayor acompañado de otro más joven, querían que les acompañara.
Playa Patacona

Me dijeron: ¿Sabes que tiene 13 años?
Vieja asquerosa...

Ya no puedo ir a la playa...
Ya no puedo oír el sonido del mar...

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