Marta por fin va a cumplir su sueño.
Desde pequeña siempre le ha gustado la montaña y el deporte.
Durante años, ha escalado grandes picos y su motivación no ha
cesado. Ahora, ha llegado el momento de escalar la reina de las
montañas, el Everest. Siempre ha soñado con conseguir escalarlo,
llegar al pico más alto, y desde ahí, poder tocar el techo del
cielo y chocarle la mano a San Pedro.
Marta va acompañada con Marcos y
Rodrigo, tan dedicados como ella a la escalada.
Conforme se dirigen a la cima del
monte, el frío se hace más notable, y el oxígeno escasea cada vez
más y más, pero a ella eso no le va a amedrentar, este es su último
reto. Si lo consigue podrá morir en paz.
A 300 metros de la cima, la nieve
comienza a ser más dura, haciendo más difícil poder subir. Marta
no titubea, y vuelve a motivarse diciéndose a sí misma —¡Tu
puedes! ¡Has llegado hasta aquí! No puedes echarte atrás—
recordando esos discursos que hablan de la motivación de logro, de
que no existe el límite.
A los 280 metros de la cima, Marta
coloca su bota en un resquicio y resbala, sufre una pequeña caída,
cayendo sobre una pequeña roca. No puede moverse. Sus dos compañeros
van a recogerla y tras un duro rescate en helicóptero, Marta va al
hospital. Horas después, los resultados indican que se ha fracturado
la 3ª y 4ª vértebra lumbar. Nunca más tendrá la oportunidad, de
chocarle la mano a San Pedro.
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