Y ella se encontraba allí, asombrada
frente a esa montaña de escombros, una hormiga frente a un gran
montón de oro en forma de restos, cual perro frente a un manjar de
pollo al horno. Cargarlo, le serviría para hacer sonreír a la
reina, y así, conseguir el título de condesa.
Intentó agarrarlo de mil maneras,
resultando inútil.
Le tomó un tiempo meditar sobre si
debía coger todo poco a poco, o recurrir a las demás buscando
ayuda, y compartir el mérito con ellas.
Para cuando se decidió y volvió con
las demás al lugar del botín, dos pájaros se estaban llevando los
escombros y no quedaba nada.
En la posterior entrevista con la
reina, ésta le dijo mientras le degollaba:
-No has entendido nada.
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