Ya va por el tercer
divorcio y debe pagar una pensión a cada esposa. Ha tenido cuatro
hijos: dos del primer matrimonio, uno del segundo, y otro hijo, de su
último compromiso, que se fue al otro barrio hace tres meses, gracias
a la leucemia.
Cada mañana se
levanta, llega a su trabajo y suda hasta la última gota antes de
rendirse y abandonar, llega a casa pasadas las nueve de la noche, y
se sienta en el sofá de su salón.
Solo, piensa en la
forma más sencilla de quitarse la vida. Se plantea cortarse las
venas con un cuchillo de la cocina, pero para, y se da cuenta de que
eso le dolería mucho y es probable que no muriera a la primera.
Continúa pensando, y se le ocurre la brillante idea de lanzarse
desde el tercer piso de su casa, pero vuelve a caer en la cuenta, de
que quizá sufriría una lesión sin llegar a morir. Sigue
discurriendo y llega a la fabulosa idea de tomar un bote entero de
pastillas, y así morir de sobredosis al instante. Percibe un sonido
que le despierta con un sobresalto. Ya es por la mañana. Hoy es
martes.