Cuando ese ojo comenzó a captar
imágenes, sintió la emoción de un niño. La cámara eran sus ojos,
y se iluminaban con cada nueva imagen. Intentaba cambiar su mundo con
las palabras de sus fotos, o crear sus fotos con las palabras del
mundo.
El día en el que Sebastião Salgado
conoció la mirada de la agonía, ese niño volvió a aparecer con
lágrimas en sus mejillas.
La imagen de la vida, cobra un sentido
diferente al verle la cara a la muerte.
Tan breve como lleno de emoción
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