Por fin he conocido a Alika. Siempre me
había fijado en ella cuando pasaba cerca de su casa, ella me miraba
y yo me quedaba mirando, pero nunca había reunido el valor para
poder ir a hablarle, su mirada me producía cierta tranquilidad y
cierto miedo a la vez. Hasta que un día me digné a hablarle.
Me miró y comenzamos a hablar como si
nos conociéramos de toda la vida.
—Hola, siempre te veo aquí sentada
y...
—Ya, yo también me he fijado en ti —Interrumpió ella—. Me encantaría aceptar esa cena, ven a mi casa
esta noche a las 9.
Simplemente le sonreí, no hacía falta
pronunciar más palabras, y con las manos temblando y sudorosas
todavía, volví a casa para arreglarme.
Cuando llegué a su casa para cenar,
encontré a Alika tumbada en el suelo, no respiraba.
Estando todavía asombrado por lo que
estaba viendo, noté que al lado de ella había una hoja de papel y
había algo escrito:
El ébola no me ha dado tregua.
Nos vemos en otra vida, cuando tenga un mercedes en la puerta, un
vestidor en mi habitación y un chalé en La Moraleja.
Me gusta. Molan mucho tus relatos.
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